Hace unos ayeres lo consideraban un Show Man, pero hoy pareciera haberse convertido en un payaso de sonrisa tatuada; a toda hora mostraba ese lado, puesto que se tenía prohibido enseñar otra cara.
Hoy su repertorio podría interpretarse como predecible y repetitivo. El objetivo ya no son los grandes auditorios, sino ver feliz a su amada minoría.
Cuentan que a cada segundo pide como nunca estar vivo, y que por ningún motivo vean al payaso llorar.
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