Por: Jorge Castro.
"Una novela funda una realidad nueva. Es creadora de realidad, y no sólo reflejo de ella" ... Carlos Fuentes
Una de las vacas sagradas de la narrativa mexicana contemporánea es Carlos Fuentes (Premio Cervantes 1987 y Premio Príncipe de Asturias 1994), un brillante escritor que dibuja de la manera más detallada nuestra idiosincrasia, y todo lo que conlleva. Una de sus principales temáticas es la aristocracia, viéndola desde un punto desolado y/o devastado. Otros puntos que toca en sus más de cuarenta publicaciones, es la corrupción así como el abuso del poder, y uno de los más deliciosos, que nunca le falla es…… “la burocracia”. En mi aún corto tiempo que llevo de vida, he tenido la grata fortuna de leer algunas de sus obras, y he llegado en númerosas ocasiones a la conclusión de que siendo Fuentes uno de nuestros máximos representantes literarios en México y America Latina, no se le brinda la importancia debida entre la comunidad mexicana de lectores, que de por si es minoría.
El día de hoy le voy a platicar acerca de una de sus obras, tal vez la menos conocida de este sujeto, una de las no-populares, o como bien lo declaró Fuentes hace años, “esta es una novela atípica de mi estilo”; así es, no es “Aura”, tampoco “La región mas transparente”, ni “Las buenas conciencias”, mucho menos “La silla del Águila”. Pero retomemos sus elementos para hacer de esto algo distinto, digamos ... una novela de ficción, con la realidad latente a flor de piel. Este fue su décimo noveno libro publicado en 1978, “La cabeza de la Hidra”.
“La cabeza de la hidra” es una novela que por su género podría ser policíaca, aunque hay que aclarar que “los policías” prácticamente no tienen participación en la historia. La trama está basada en una proyección de corte profético, sobre los conflictos nacionales e internacionales que le atraería a nuestro país el ser un productor de petróleo, y todo lo que existe detrás de esta industria; así que en términos generales, es una obra de intriga política que apunta a México, Estados Unidos e Israel y Medio Oriente en general.
La historia está basada en un sujeto llamado Félix Maldonado, un funcionario público de corte medio, quién lleva una vida tranquila y de satisfacción con lo que posee. Pero un día nuestro país le exige un sacrificio mayor, renunciar a ser Felíx Maldonado y convertirse en un muerto civil para reencarnar en la persona de Diego Velázquez. Todo esto es sumamente confuso para el lector; Fuentes maneja misterio en cada una de sus páginas, donde hace que el nuevo señor Maldonado comience una dificil investigación del porque del robo de su identidad.
Fuentes, al retratar el sistema político mexicano, subyugado por un orden supremo mundial, entrelaza elementos sociales como sectas políticas, organizaciones, instituciones y puestos políticos de élite; y simplemente, lo hace de manera magistral. Podría ser debido a que el autor vivió esa realidad muy de cerca, ya que su padre ocupó diferentes cargos en el servicio diplomático exterior mexicano, y Carlos tuvo que pasar parte de su infancia en diferentes países como Estados Unidos y Chile, rodeado de todo lo que se llama “poder”. Así pues, esta novela pasó a ser su graduación, para convertirse en una especie de rey en la critica gubernamental mexicana y sus problemas internos. Patria, identidad y amor, son los temas que Carlos une en esta obra.
En cuanto al amor, Fuentes nos muestra un cuarteto amoroso alredor del personaje principal (Felix). Primero está Sara Klein, la mujer intelectual y con clase, que muchos hombres desearían tener de compañía perpetua (en especial, si el matrimonio basa su felicidad en los aspectos sociales). La otra mujer se llama Mary Benjamín, una chica ardientemente atractiva y complaciente, a la que en ocasiones los hombres buscan como animales; y por último, la mujer noble y comprensiva, con un carácter fuerte ante la adversidad: Ruth, la mujer que combina de todo un poco, y con la que muchos varones, como Felix, terminan casados. Entre tanta intriga y suspenso que maneja este libro, se narran las aventuras románticas y fogosas del protagonista, incluso el autor se da el lujo de ubicar a personajes más chuscos en la novela como, Licha, la del cuerpo de uva, pero que son totalmente reales y adaptables.
El hablar de influencias políticas en Fuentes es retomar la esencia de nuestro país, ya que es casi la única ley vigente y pasaporte para muchas actividades (en especial con las de tipo laboral, político y educativo). “Corta una cabeza y nacerán mil”, es un indicador o la manifestación misma de que la maldad toma muchas facetas; el monstruo de las mil cabezas es solo un ejemplo del mítico y existente orden social supremo. El autor maneja estos elementos en la situación del complot al protagonista, en donde se entrelazan las Secretarías de Estado, el Ejercito Nacional, etc. Entre ellos acaban con un mediocre Félix Maldonado, para ahora preocuparse por cuidar y pulir al nuevo funcionario, el gran “Diego Velásquez”.
Esta novela “ficticia” (muy entrecomillada), es innovadora en su género y trama; Fuentes rompió esquemas y maneja infinidad de temáticas así como estados de ánimo en la mayoría de sus párrafos. Cabe destacar que esta obra tuvo una versión cinematográfica en 1981, tres años despues de la publicación de este libro, y fue llevada a cabo por el director Paul Leduc con el nombre de “Complot Petróleo” (una serie de cuatro largometrajes para TV), con la adaptación del guión a cargo de Tomás Pérez Turrent.
Así pues esta obra deja tres máximas importantes, que yo denominé “El credo del buen mexicano”, y dicen así: 1.- ¿Para que hacer las cosas fáciles si se pueden hacer complicadas? 2.-¿Para que hacer las cosas bien si se pueden hacer mal? 3.- ¿Para que ganar si podemos perder? La historia nos delata, y un escritor siempre lleva su pueblo a cuestas... afortunadamente Carlos Fuentes no es la excepción. ¡Buen día!
Este y otros textos los pueden ver en: www.organicamag.com
Revista electrónica del Taller de Periodismo, de la Facultad de Ciencias Humanas (Mexicali).
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