Nunca tuve un 14 de febrero triste, o mejor dicho, en ninguno me di tiempo para tomar conciencia de mi árida y casi inexistente vida sentimental.
Ningún día del amor fue amargo, puesto que era tu cumpleaños y tu sola estampa se encargaba de llenar cualquier espacio, porque jamás estuviste dispuesta a compartirlo con el tal San Valentín.
Aun corren ríos que emanan de mis ojos cuando te pienso.
Gracias por lo malo, lo bueno y lo sublime.
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