martes, 9 de agosto de 2011

Yo nunca impartí Literatura...

He pasado los últimos días internado en un curso de Colegio de Bachilleres.

Olvidaba lo que se siente estar dentro de un aula acompañado solo por comunicólogos.

Se habla con claridad, con congruencia de ideas, con un recurso por encima de lo indispensable; pero la lucha de egos donde se ostenta la utópica o inexistente cúspide del conocimiento y dominio intelectual sobre los semejantes (al menos de los que están dentro de esas miserables cuatro paredes), sigue muy vigente. Y lo que es encantador: "los que más hablan, ordenan, cambian estructuras, rompen con lo implementado por el grupo resultan ser los más irresponsables" (ese es el peor de nuestros estigmas que nos han regalado muchos colegas, al menos desde que que conozco la comunicación como una forma de vida).

Después de muchos años ahora intento callar, ser sabio de verdad, de no dejarme llevar. Trabajar más de lo que hablo, si antes procuraba hacerlo, hoy gracias a Dios me es mucho más sencillo y sé que el resultado final no puede ser negativo.

Por otra parte tengo una sensación extraña que su vez es agradable hasta el grado de halagarme, tengo en este curso como compañeras a mi Profesora de Literatura de la Preparatoria, y mi Maestra de Literatura Hispanoamericana de la Universidad, ambas son jóvenes aun (relativamente... miren nada más quien lo dice: "el futuro triple década" jejeje), ellas son dos personalidades opuestas, pero ambas auto exigentes, y demasiado competentes, así las recordaba; hoy corroboro que siguen por ese camino... que afortunados son sus alumnos.

Con ellas y otros colegas estamos dándole forma a la carta descriptiva y secuencias didácticas para la asignatura de Cs. de la Comunicación, que ha vuelto al plan de estudios de Preparatoria después de una década (o aproximadamente). Le doy infinitas gracias a mi Dios por esta semana de reencuentros y aprendizaje.

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