Pidió toda la ayuda que no solicitó en toda su vida en una sola noche, fueron sus últimos momentos en su casa. Ella por primera vez sintió miedo, pero era demasiado fuerte (u orgullosa) como para hacerlo público. En lo que llevo de vida, ni en las vidas de otros que me han relatado, he conocido alguien así, y dudo que tenga la oportunidad de hacerlo en lo que resta de mis días.
Ella fue inquebrantable hasta sus últimos segundos sobre este mundo, horas antes vi como brotaron lágrimas de sus ojos para despedirse en medio de una inconsciencia muy lúcida que solo pocos pueden padecer (o mejor dicho desarrollar), fue un llanto muy valioso y que cerraba tantas cosas para mí (no sé si para ella tambien), mientras, sus brazos se extendían para consolarme; yo intenté fundirme en ellos deseando un todo y un nada en ese momento.
Recuerdo sus manos, estaban sumamente heladas, así habían estado por días, esas mismas manos intentaron secarme el rostro, pidiéndome a balbuceos que no llorara.
Esa fue su última noche, en la que por un momento me dio la impresión que ella se levantaría y volvería a salir airosa de esa cama... Se trataba de ella a fin de cuentas.
Gracias por todo: lo malo, lo bueno y lo sublime. Gracias al Dios vivo que conocimos.
Mientras tenga vida... es una promesa.
Año uno.
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