Parecía que ese hombre vivía de prisa, y aunque suene paradójico, no tenía apuro alguno por vivir de manera tan acelerada.
Simplemente aquello que llegaba a sus manos le buscaba un refugio, destino y destinatario inmediato, todo tenía que estar fuera de él.
Perdía todo, regalaba todo, soltaba todo; al final de los días no guardaba nada para si.
Sin previsión ni presión. Solo pedía estar tranquilo. No quería convivir más con ciertas sensaciones.
Y había vivido bastante pese a su corta edad. Puesto que todo pasó tan rápido ante sus ojos... y entre sus manos.
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