lunes, 19 de marzo de 2012

Cuando madurar no es una opción

Definitivamente di el abrazo más complicado de mi existencia...

Posiblemente este suceso venga a revertir todo en mi ser y lo que está a mi alrededor.

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Acudí lo más pronto que pude a su llamado, ella estaba destrozada, el envío de la ambulancia era demasiado tarde, el alma de su esposo ya se había marchado con el Señor. Un infarto fulminante el diagnóstico, al parecer él no sufrió.

En la casa de al lado una jóven cuidaba de sus hijas (si, aquellas dos niñas a las que un día retraté de muy pequeñas con atuendos de luchadores enmascarados, ahora dichas imágenes me parecen irónicas), cuando toqué la puerta y me dieron el pase, lo primero que vi fue a ese ser que amo con todas mis fuerzas levantar su mano en señal de "hola", al lado de ella estaba su hermana menor, me acerqué a ellas para abrazarlas e intentar darles fortaleza pero fallé en el intento, ya que me fundí en amargo llanto.

Su cuerpo estaba helado, excesivamente blando, no respondió a mi abrazo ni a mi promesa, su hermana menor sonreía mucho (no entendía lo ocurrido). En la casa de a lado estaba el cuerpo que perteneció a su padre, frió y ya duro, mientras que a unos cuantos metros el de ella permanecia en un estado similar; "gélido", pero con la firme convicción de madurar a sus nueve años, no me llena de orgullo decir esto, de hecho me es muy triste describirlo.

Miles de promesas he realizado en mi vida, algunas he cumplido, y en la mayoría he fallado, pero específicamente es esta, la cual le pido a mi Dios que en su misericordia me permita llegar a cumplir: "todo lo dicho a mis sobrinas aquella tarde de miércoles".

Francisco Daniel: no puedes leer esto, pero tengo que agradecerle a Dios por tu vida, por cuidar de mi Hermana y ser un buen Padre para tus hijas. Pocos como tu pudieron portar tanto dolor en su cuerpo y sonreír al mismo tiempo, alguien que siempre estuvo dispuesto a brindar su ayuda a toda costa. Me has dejado mucho, tu fuiste la persona que me brindó mi primer empleo y me enseñaste el valor del trabajo cuando yo era muy jóven... siempre estará tu recuerdo en mi corazón como no tienes idea, y sobre todo porque Dios te permitó lograr dos obras maestras, las cuales han traído alegría y amor a mi familia, pero sobre todo a mi vida. Gracias a Dios por tus niñas, las amaré e intentaré cuidar de ellas lo que me reste de existencia. Y a ti te veré en la gloria amigo.

Paz, valor, dominio propio, sabiduría, salud, sustento... Señor, bríndanos de lo necesario en esta corta o larga trayectoria de vida.

Vi a una niña ponerse el traje de adulto a sus nueve, y fue ese mismo día, a mis treinta, cuando yo apenas me convertía en ello, también me es muy triste confesarlo...


Miércoles 7 de Marzo de 2012.