miércoles, 12 de diciembre de 2007

Ya la ví...

Pronto, si Dios me lo permite, escribiré un artículo (lo más imparcial posible) sobre esta producción, dirigida por Luis Mandoki.

Por el momento... solo plasmaré lo siguiente:

Cuando no solo se tiene la idea de como te han visto la cara, sino que cuentas con la oportunidad de ver pruebas argumentadas de manera "tangible", la verdad suele ser recalcitrantemente dolorosa.

Una cosa es que te digan como te vieron la cara, la otra; es ver por tu propia cuenta... como lo hicieron.

Gracias a Dios no me ha tocado experimentar el hecho de que alguien me pusiera los cuernos alguna vez... ¿Eso se ha de sentir mas feo, que no?

Quiero cerrar con una frase del reconocido escritor (mexicano) Fernando del Paso, que publicó en un articulo para la Jornada, el pasado 5 de julio del 2006.

"El fraude, el gran fraude, ya estaba allí, entre nosotros, desde mucho antes del 2 de julio."
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Pero para que los dejo solo con esa frase, cuando pueden leerlo todo... en este caso no es bueno olvidar lo que sucedió.... Buen día.

http://www.jornada.unam.mx/2006/07/05/017a1pol.php


Sí hubo fraude
Por: Fernando del Paso

Sí hubo fraude, porque el engaño es fraude.

Sí hubo fraude, porque la falacia es fraude.

Sí hubo fraude, porque el abuso de confianza es fraude.

Sí hubo fraude, porque la mentira es fraude.

No hay que buscar el fraude en un millón, dos o tres millones de votos perdidos.

No hay que buscarlo en mil, tres o cinco mil actas con errores deliberados.

El fraude, el gran fraude, ya estaba allí, entre nosotros, desde mucho antes del 2 de julio.

Estaba en la forma mezquina, irresponsable, imperdonable, en la que se fue construyendo una gran mentira, una inmensa mentira. Estaba en el miedo que infundió en el votante la campaña política más sucia que jamás se haya hecho en México.

Estaba en cada palabra y cada imagen de esa campaña de calumnias, de imposturas, de mezquindades, financiada con el dinero de los electores para confundir a los propios electores, para provocar su incredulidad y su desconfianza.

Y en muchos casos, para provocar incluso la deslealtad a sus propios principios, sus propias primeras intenciones, sus ilusiones.

Si insistimos demasiado en buscar el fraude en el 2 de julio, corremos el riesgo de reducir la importancia de ese fraude brutal del que fue víctima el electorado mexicano. El peligro de despojarlo de su enorme trascendencia o incluso de olvidarlo.

Y no podemos darnos ese lujo. Ese fraude es ya parte de nuestra historia. Y con él, la traición a la confianza de los electores por parte de nuestras más caras instituciones.

Nos defraudó el presidente Fox al avalar y participar en la campaña contra Andrés Manuel López Obrador y en favor de Felipe Calderón.

Nos defraudaron nuestras más altas autoridades electorales, porque no supieron distinguir entre libertad de expresión y libertad de ultrajar y vejar a un adversario político, y con ello injuriar y denigrar a quienes éramos -fuimos, somos- sus partidarios.

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